¡¿Por qué nunca se termina la guerra?!

La guerra, señores, es un negocio redondo. Mientras los noticieros se llenan de análisis sobre geopolítica y bajas civiles, los que realmente ganan (y no precisamente vidas) ven cómo sus inversiones en armamento, logística y reconstrucción siguen generando retornos. Se estima que el gasto militar global superó los 2 billones de dólares en el último año. ¡Dos trillones! Imaginen el "Buen Fin" de la muerte.

Aquí la ironía pica: nos venden la guerra como una lucha ideológica o patriótica, pero en el fondo, es un motor económico brutalmente eficiente. Las empresas de defensa ven sus acciones subir, los contratistas hacen su agosto y hasta los países "neutrales" se benefician del aumento en los precios de la energía y los alimentos. La sabiduría ancestral nos dice que "a río revuelto, ganancia de pescadores", y en este mar de sangre y petróleo, hay muchos peces gordos llenando sus arcas.

Como emprendedores e inversionistas, la lección es fría pero clara: entender los ciclos económicos impulsados por la inestabilidad geopolítica no es ser cínico, es ser realista. La guerra es un negocio, sí, pero no hay que tomarlo personal. Más bien, hay que analizarlo con la misma objetividad con la que evaluamos un mercado alcista o bajista. Identificar las oportunidades (éticas, dentro de lo posible) y los riesgos en este contexto es crucial para proteger y hacer crecer nuestro capital. La paz es deseable, sí, pero la preparación para la incertidumbre es indispensable.