
Donald Trump, el hombre que muchos ven como la encarnación del “hacer Estados Unidos grande de nuevo”, ha vuelto a sorprendernos con una de esas paradojas que solo él parece capaz de orquestar. Se presenta como el gran negociador, el pacifista por excelencia, el bonachón que solo busca sentar a todos en la misma mesa para que dejen de pelear. Sin embargo, en el tablero geopolítico actual, su influencia parece tener un efecto inverso, como si el universo le jugara una broma pesada. De repente, la guerra en Ucrania, lejos de frenar, ha cobrado una intensidad renovada, desafiando cualquier pronóstico de apaciguamiento. ¿Será que sus intentos de frenar el conflicto ruso-ucraniano tienen el mismo éxito que intentar apagar un incendio con gasolina?
Y si la situación en Europa del Este nos deja rascándonos la cabeza, lo que ocurre en Gaza nos obliga a preguntarnos si estamos en una realidad paralela. El mismo Trump que se vende como el “anti-establishment” y el campeón de la gente común, resulta ser un “bonachón” partidario del régimen de Netanyahu, incluso en medio de lo que diversas organizaciones internacionales y expertos en derechos humanos han calificado como un genocidio en curso. No es un secreto que la administración Trump ha mantenido un apoyo inquebrantable a Israel, incluso en momentos de máxima tensión y acusaciones de crímenes de guerra. ¿Es esta la coherencia que esperamos de un líder global? O acaso, la “paz” trumpista tiene un costo que se mide en vidas inocentes, con un alarmante 60% de las víctimas civiles en el conflicto siendo mujeres y niños, de acuerdo con informes de la ONU. Parece que, para algunos, la paz es simplemente la ausencia de resistencia ante la aniquilación.
Así, la “doctrina Trump” nos deja un legado curioso: mientras más intenta traer la paz, más parece avivar las llamas de la guerra y la injusticia. Quizás sea una estrategia tan sofisticada que nuestra limitada comprensión humana no alcanza a descifrarla, o quizás, y solo quizás, la ironía es que su visión de la paz es una en la que ciertos conflictos, y ciertas víctimas, simplemente no encajan en su narrativa. Al final del día, los titulares hablan por sí solos: la guerra en Ucrania se intensifica y el genocidio en Gaza continúa, a pesar (o quizás, debido a) los esfuerzos del “pacifista” Donald J. Trump.