La Llamada de la Paz de Trump: ¿Milagro Diplomático?

La Llamada de la Paz de Trump: ¿Milagro Diplomático?

Hoy, el mundo contuvo la respiración mientras Donald Trump y Vladimir Putin sostuvieron una llamada de más de dos horas para discutir el fin de la guerra en Ucrania, un conflicto que ya ha dejado más de 500,000 bajas militares según estimaciones recientes. Trump, quien prometió acabar con la guerra “en 24 horas” durante su campaña, ahora asegura que las negociaciones avanzan, pero la realidad es que, tras meses de diplomacia, los únicos acuerdos concretos son un canje de 1,000 prisioneros y promesas vagas de un posible alto al fuego. Mientras tanto, Ucrania sigue siendo bombardeada por oleadas de drones rusos, y Zelenski repite como mantra que la paz solo llegará si Rusia se retira de los territorios ocupados, algo que Putin ni en broma aceptaría.

El contraste aquí es grotesco: los mismos líderes que han escalado el conflicto ahora se presentan como pacificadores. Trump, “cansado y frustrado” con ambas partes según su equipo, insiste en que todo depende de una reunión cara a cara con Putin, como si la solución estuviera en un apretón de manos entre dos hombres que adoran los reflectores. Moscú, por su parte, habla de “compromisos” pero sigue exigiendo que Ucrania renuncie a la OTAN y legitime la anexión de Crimea, condiciones que Kiev jamás aceptaría. Y Europa, esa eterna espectadora, se limita a amenazar con sanciones mientras espera que Trump no les venda el juego por un acuerdo de dudosa legitimidad.

Al final, lo más probable es que esta llamada sea otro capítulo más del teatro geopolítico. Las guerras no terminan con una conversación telefónica, menos cuando hay intereses territoriales, armamentísticos y de prestigio de por medio. Quizá haya una tregua temporal, un intercambio más de prisioneros o incluso un acuerdo de papel que ambos bandos romperán en cuanto convenga. Pero la paz real, esa que implica justicia y seguridad duraderas, sigue siendo una ilusión lejana. Por ahora, los civiles ucranianos y rusos seguirán pagando el precio, mientras los líderes se dan palmaditas en la espalda por su “diplomacia”. Así es el circo del poder: mucho ruido, pocas nueces.

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