En 2025, el mundo observa con inquietud cómo Alemania, bajo el mandato del canciller Friedrich Merz, anuncia su intención de construir el ejército más poderoso de Europa. Con un presupuesto militar que llegará a un mínimo del 2% del PIB(hasta 5% se está considerando) más los 100 mil millones de euros ya asignados —casi el doble que Francia—, el mensaje es claro: Estados Unidos ya no es el guardián global de antes, y Europa debe defenderse sola. Pero, ¿es esto una estrategia necesaria o un peligroso déjà vu? La historia nos enseña que las potencias europeas armándose hasta los dientes nunca termina bien.
El declive de la influencia estadounidense es innegable. Según el Stockholm International Peace Research Institute, desde 2020, Europa ha aumentado su gasto militar en un 35%, liderado por Alemania. Merz justifica esta movida citando amenazas como Rusia y la inestabilidad global, pero hay un trasfondo más oscuro: el vacío de poder. Cuando EE.UU. se retira, otros llenan el espacio, y Alemania, con su economía gigante pero historia traumática, genera nerviosismo. Hace un siglo, una Alemania resentida y militarizada desencadenó dos guerras mundiales. Hoy, aunque el contexto es distinto, los paralelismos son incómodos.
¿Estamos ante una Europa más segura o ante un polvorín geopolítico? Alemania insiste en que su objetivo es la estabilidad, pero la desconfianza persiste. Si la historia sirve de guía, las carreras armamentistas rara vez terminan en paz. El mundo debe vigilar de cerca este rearme alemán, porque, como bien sabemos, los errores del pasado tienen un hábito peligroso de repetirse. Y esta vez, con armas mucho más letales.